El fuego tiránico, verde casi, ensombrece el rostro de tu hijo.
No le dejó ver el material profundo que yacía suelto sobre la hierba.
No le dió el olor a almendras.
No le abrazó en una tarde de lluvias y aguas purificantes.
No le darás el pan de cada día.
No le darás la leche de un pecho seco.
No le enviarás al colegio tarde o temprano.
No le entregarás su alma a los odiosos, a los testigos voluntarios.
A veces, por la mañana, tengo sueños,
cabalgatas, como en las películas de John Wayne arrancando de los indios o viceversa.
Al despertar trato de descubrir en la inmensa posibilidad de metáforas,
y,
me pregunto,
¿cuáles son los indios y cuáles los vaqueros?,
¿quién el oprimido y quién el poderoso?
La libertad se introduce voraz en los corazones y los amarra firmemente.
Creo que el futuro está tremendamente ligado con la ambición y la apariencia.
Quiero creer que el futuro, el del Paseo Huérfanos, pueda llegar a Lo Hermida
a Pudahuel.
Quiero creer que el dolor no duele,
que el pan no se acabará,
que podré seguir haciendo la cimarra con mi vida,
desnuda y tranquilamente,
quizás la muerte se compadezca y pase luego a visitarme.
Publicado en "Antología de la nueva poesía femenina chilena", selección de Juan Villegas, 1985.
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